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Red Dead Redemption 2: un mundo abierto lleno de vida


La primera reseña de TrueCompiler fue Zelda: Breath of the wild, y en ella alabé los enormes campos, la majestuosidad de sus montañas y la sensación de exploración y de descubrimiento que sentí mientras exploraba el perfecto Hyrule. Y ahora, Rockstar trajo una excelente versión de esas mismas sensaciones, pero en el viejo oeste. Es uno de esos títulos de los que se puede decir que tienen de todo.


El juego inicia en 1899, en las montañas, huyendo de un asalto que salió muy, muy mal. Entre la nieve y el viento, se nos presenta a Arthur Morgan, uno de los mejores miembros de la pandilla de Dutch Van Der Linde. El objetivo de esta agrupación es buscar un lugar para crear una nueva comunidad, libre del yugo del gobierno y dónde ellos mismos sean dueños de sus propios destinos. El problema, del que algunos personajes sospechan y que se va volviendo más evidente con el pasar del juego, es que el tiempo para un sueño así está por acabar. La ley es cada vez más implacable en Estados Unidos y los espacios vírgenes son cada vez más reducidos. El trabajo de Arthur es ayudar a cumplir este sueño a través del financiamiento criminal y la lucha con la ley.


El juego inicia de verdad en la región de New Hannover, la zona central del mapa y donde se encuentra el pueblo de Valentine. Este es el momento en el que se le permite al jugador tener libertad completa con Arthur y deja que explore tanto como quiera. Al igual que en los otros juegos de Rockstar, la historia continuará sólo si el que lleva el control quiere hacerlo, aunque si se quiere jugar en condiciones mejores, lo más adecuado es seguir las misiones. De éstas hay tres tipos: las principales, que son las que llevan a Arthur a cumplir aventuras que van desde robos de ganado hasta borracheras muy alegres; las secundarias que normalmente son asignadas por personajes llamados “Desconocidos”, y que van desde recuperar animales para un circo hasta buscar huesos de dinosaurio; y las ocasionales, que pueden ser dadas por personajes que se pueden encontrar en el bosque, en los ríos y en los caminos.

Es en serio, una de las misiones es emborrachar al más joven del grupo


Hay armas por todos lados, sombreros, vestuarios raros y animales cazables. La presencia de grandes osos y de cocodrilos puede permitir que ocurran situaciones divertidas como que el caballo se asuste y tire a Arthur o lanzar un pobre transeúnte a los caimanes. Hay muchas posibilidades, pero lo que de verdad hace que el juego se sienta rico es la sensación de que siempre hay algo por hacer. Muchos de esos eventos aleatorios en los que algún civil pide ayuda para llegar a algún lado, pide limosna o que lo salven de un asalto, hace que el jugador tenga ganas de explorar y esperar a ver qué se encuentra. Hay ocasiones, como las ya mencionadas, que son bastante sencillas, pero más adelante llegarán momentos en los que puedan aparecer guaridas de maleantes, campamentos caníbales, haciendas con grandes secretos familiares y prisioneros en el sótano de una tienda. Esta es la razón por la que tardé tanto en terminar la historia. Pasó tanto para que pudiese completar las misiones porque, en todo el sentido de la frase, me estaba perdiendo en el juego.

El caballo se vuelve un gran compañero de aventuras, y mantenerlo en buen estado se vuelve una prioridad. Tal vez tenga una objeción con esto, pues el caballo lleva todo lo que recoja Arthur; pero en ocasiones, al bajar, el jugador se podría percatar de que no lleva sus rifles o escopetas porque se quedaron en la silla por alguna razón incomprensible. Así se puede terminar dentro de una situación de batalla sin las armas adecuadas. Hubo muchas ocasiones en las que tuve que enfrentarme a una turba enorme sólo con las pistolas porque la escopeta se la llevó el caballo.


Pero fuera de esto, todo el juego está tan bien hecho que olvido que el caballo puede ser un dolor de cabeza. La atención a cada detalle es muy notable, en especial cuando se explora y se ven las montañas, lagos y los bosques a la distancia. Los animales llevan patrones lógicos y buscan escapar tanto como sea posible del jugador, aunque muchas veces, los conejos terminan siendo aplastados por el galope. Pero siempre puede aparecer un oso o un puma para vengarlos.


La disposición de edificios, de secretos y de misterios hace que esas montañas lejanas o aquellos pantanos sean dignos de ser explorados. Galopar por esos caminos hace que uno se olvide de que existen las misiones principales; en muchas ocasiones, me olvidé de objetivos sólo porque quise ayudar a una pobre mujer cuyo caballo se rompió una pata, y ahora necesitaba que la llevara a su pueblo.

La zebra-burro regresó con su amo gracias a la benevolencia de Arthur Morgan


Red Dead Redemption 2 es uno de los pocos juegos que no he tenido apuro por terminar. Los personajes son comprensibles y se puede diferenciar cada uno de los demás. Es agradable estar con el viejo y sabio cazador, pero también es emocionante hacer un atraco a un tren con algunos de los más insoportables miembros de la banda. No son otro más del grupo, y mucho menos son otro NPC como los que se podrían encontrar en camino. Son amigos y colegas. Llega un punto en el que el juego busca que el jugador se sienta parte de la pandilla y quiera hacer todo para ayudarla (como robar grandes botines a bandas rivales o embriagar a uno de los miembros más jovenes). Al final, sólo pude sentir cómo el esfuerzo de los explotados empleados de Rockstar valió la pena. Es uno de los mejores títulos que he jugado, y que vivirá en mi memoria por siempre. Cómprenlo y compréndame, por favor.

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