Jojo Rabbit: una pequeña luz de esperanza en un mundo tan oscuro
A menos que vivan en una aldea Amish, habrán escuchado de Ingrid Escamilla y Fátima. Son dos de los nombres más recientes que podemos ligar a la tragedia y a la tristeza. Se han vuelto famosas por haber sido asesinadas de una forma cruel y aterradora. La guerra contra el narco despertó lo peor de todos, y la deficiencia en la educación y los malos funcionarios públicos han permitido una oleada de violencia civil como doña colateral. En un lugar sin ley, los peores se creen justificados a actuar como quieren.
Sin duda, México vive un estado bélico. Lucha contra sí mismo como lo hace un cuerpo que se enfrenta a una infección, sólo que éste rechaza cambiar de estilo de vida y las ofertas de antibióticos que podrían provocar daños a la larga. Una quimioterapia que podría provocar la perdida de recursos naturales como ya ha pasado antes. ¿Por qué nuestro país actúa así? ¿Lo hace por orgullo? ¿Por debilidad? ¿Por falta de conocimiento?
Cuando todo parece confuso, y las acciones ilógicas se vuelven cada vez más locas, debemos recurrir al arte para que pase lo mismo que ocurrió con Don Quijote, quien, al ver su propio reflejo, se dio cuenta de lo ridículo que se veía y de lo absurdo que actuaba. Observarse a sí mismo sirvió para despertar. Y para eso sirven las películas, los libros, las pinturas y la música.
Pero, en un momento en el que no sabemos qué está bien, en donde los políticos se oponen a otros para tener seguidores y no para dar soluciones, y las autoridades se persiguen a sí mismas porque sus elementos son parte del problema, ¿qué clase de obra nos podría ayudar a entender la situación actual y, tal vez, a vislumbrar una posible salida?
Taika Waititi, director de algunos episodios de “The Mandalorian” y de “Thor: Ragnarok”, nos trajo una colorida historia de uno de los momentos más oscuros del siglo XX: Jojo Rabbit, la historia de un niño alemán de diez años que vio la guerra desde atrás (y debajo) del frente enemigo.
Suena triste (y lo es), pero Waititi quiso que nos riamos.
Jojo, como le dicen a Johannes Betzler, al principio se muestra entusiasta al unirse a la Deutsches Jungvolk (las juventudes hitlerianas) y menciona en varias ocasiones que su sueño era ser parte de la guardia personal del mismísimo Hitler. Lo idolatra tanto que lo tiene como amigo imaginario y recibe todo tipo de consejos importantes de él. Su madre, por otra parte, se alegra de las derrotas en los frentes y todo el tiempo le pide a su hijo que mantenga el animo en alto a pesar de la ausencia de su padre, la muerte de su hermana y su propio accidente con una granada. Dos caras del mundo, como los lados del rostro de Jojo: uno accidentado y lleno de dolor, y otro liso y sano, pero que siempre queda opacado porque el otro parece llamar más la atención.
Pero debe haber un catalizador para que la trama se complique (aunque ya está demasiado completa hasta este momento). Y por eso nos encontramos con Elsa, una joven judía que se esconde un pequeño compartimiento bajo la ventana de la vieja habitación de la fallecida hermana. Ella, al notar el fanatismo tan infantil de Jojo, lo amenaza para evitar que la denuncie con la Gestapo, y él, al perder un par de cuchillos por enfrentarla, acepta con la condición de que le hable sobre el pueblo judió y entender mejor a su enemigo.
Esa pequeña investigación se llena de extrañas y graciosas descripciones del pueblo abrahámico. Sirve para entender cómo funcionan las doctrinas y cómo la juventud puede ser influenciada con facilidad.
A Jojo le habían enseñado que los judíos eran monstruos con colmillos y cuernos que nacían de una judía reina igual que las abejas, que eran ladrones y que su cerebro era operado por el diablo. Sin embargo, hablar con Elsa le hace entender que en ella no había nada peligroso, que era tierna e incluso empieza a sentir compasión por ella (entre otras cosas..
Los judíos eran representados como seres grotescos, con deformidades y narices largas en los carteles y las películas
En lo personal, todo eso me recordó a cuando los medios estadounidenses hablaban de los musulmanes y los describían como personas especialmente dogmáticas, con inclinación a la violencia y odio hacia las mujeres (como si eso no describiera a los estadounidenses y a los mexicanos). En una parte cercana al final, el buen amigo de Jojo, Yorki, le dice que también los rusos eran monstruos que gustaban de tener sexo con perros y que los ingleses no eran diferentes, dándole a entender al publico que las mentiras sobre los pueblos enemigos son una táctica común de reclutamiento.
El pueblo de Jojo no parece estar en guerra. Si se leen relatos de alemanes de esa época, dirán que vieron a sus hijos o vecinos ir a la guerra, pero que ellos nunca se dieron cuenta del conflicto hasta que llegaron las tropas aliadas a sus pueblos en 1944 y 1945. Muchos ni siquiera sabían de los campos de concentración o de dónde provenían las armas que usaban sus soldados. Estaban aislados y en paz, felices cantando los himnos del partido. Cuando las batallas llegan, se ve qué es la guerra en realidad: hombres, mujeres y niños muertos, que sólo podían ver a sus héroes como amigos imaginarios. Aún así, debido a la policía secreta, todos se mantenían alerta para evitar ser relacionados a enemigos del estado, como quienes escondían judíos o comunistas.
Jojo, para el tercer acto, se enfrenta a la realidad de su vida. Era feliz llevando su uniforme y gritando sobre el patriotismo, pero las perdidas cercanas lo obligan a arrepentirse. Se enfrenta a la realidad y se mira en el espejo (de verdad lo hace) y entiende su lugar .
Pero ¿qué tiene que ver Jojo Rabbit con la situación en México? ¿Por qué debemos ver esta película en tiempos en los que los cadáveres de niñas aparecen en bolsas, mujeres son desolladas y niños abren fuego en las escuelas?
Jojo era tan entusiasta del partido nazi, que incluso los agentes de la Gestapo se sentían orgullosos de él. Lo consideraron un hijo sano de la Alemania Hitleriana a pesar de todo lo que había pasado en esos momentos en la plaza del pueblo.
Porque todos hemos sido Jojo. Hemos cantado las canciones del estado, hemos saludado a su bandera y hemos insultado a los que no siguen las ideas de ella. Esas canciones pueden ser el himno nacional o un narco corrido, y la bandera puede tener un águila con una serpiente o las siglas CJNG. Nos han enseñado a sentirnos seguros con ellos y a perpetuarlos para obtener “la gloria” o algo similar. AMLO, Obama, Trump, el Chapo y Hitler son lo mismo.
Jojo se sintió rechazado cuando no pudo matar a un conejo, pero siguió apoyando a los nazis. Nosotros vimos las noticias de miles de muertos, pero nos negamos a aceptar el problema. Luego ocurrió la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, y al igual que Jojo a Elsa, los criminalizamos. Cuando las cifras de asesinatos aumentaron y los conflictos llegaron a lugares en donde antes no se veían, fue imposible notar que todo estaba mal.
Pero cuando un niño (de escuela privada, hijo de narco) asesina a una maestra de inglés con un arma que le dio su abuelo (quien recibía dinero del narcotráfico), una mujer es asesinada y mutilada por su esposo frente al hijo autista de este, y una niña de siete años fue robada de su escuela para luego ser cortada y dejada en una bolsa en un camino, podemos estar seguros de que estamos en el momento en el que Jojo se encuentra con el cuerpo de su mamá colgado en el centro del pueblo.
Colegio Cervantes, Cohahuila, lugar donde "José Ángel" abrió fuego contra estudiantes y profesores.
No hay forma de negarlo. Los medios se habían esforzado por hacerlo. Pero no, ahí están las fotos filtradas de la brutal mutilación de Ingrid Escamilla. Y si alguien se esfuerza en justificar su muerte, puede indicársele que Fátima no presentaba ninguna de las características de Ingrid. Era una niña de siete años, no andaba en mala compañía, no tenía novio y no era de noche. Fue encontrada con el cabello cortado y las uñas pintadas, como si de sexualizarla hubieran tratado. Es un problema social, sin duda, uno provocado por el crimen, permitido por el gobierno y aceptado por la sociedad.
La madre Jojo hizo lo correcto, el gobierno la mató y nadie lloró por ella más que su hijo y algunos que no estaban adoctrinados como lo era el capitán Klenzendorf (quien agregó el triangulo rosa a su uniforme) y Yorki (un niño de once años que apenas entendía que estaba yendo a la guerra).
Los triángulos invertidos rosas se utilizaron para marcar a los prisioneros homosexuales que se enviaban a los campos de concentración. Si Klenzendorf y su segundo Finkel llevaban esos símbolos en sus trajes personalizados fue porque aceptaron su identidad en su ultima batalla.
Jojo hizo lo correcto al no dejar que todo su adoctrinamiento lo nublara, Rosie hizo lo correcto al ayudar a quien lo necesitaba y el capitán Klenzendorf dio su vida para salvar a Jojo. El arte de Taika Waititi, Scarlett Johannson, Thomasin McKenzie, Sam Rockwell y Roman Griffin Davis nos ha dado las bases para salir de nuestro propio holocausto, para ver nuestro propio reflejo y preguntarnos quiénes somos, pero las acciones reales son más difíciles de hacer. Vivimos con miedo y nos enseñan a respetarlo. Los gobiernos estatales están más preocupados por sus propios ingresos que por sus ciudadanos. Sólo nos queda cuidarnos los unos a los otros.